lunes, 28 de diciembre de 2009

EL ESPEJO DEL CIELO

Dice Walt Witman que el poeta auténtico es el que se pone en comunicación con todo lo que se espera del cielo. Efectivamente. El poeta auténtico, el profeta, es en sí un poema, más allá de unas circunstancias favorables o adversas que sitúan al amor -máxima expresión de la belleza- en el centro del fuego inextinguible de la vida. Su acercamiento a la belleza no se produce a consecuencia de un esfuerzo metodológico por dominar una determinada técnica expresiva. El poeta se acerca a las leyes de la naturaleza y, a base de afinar el oído de la sensibilidad, expresa con palabras aquello que no se deja aprisionar en los límites del espacio y del tiempo. Es por eso por lo que se anuda a la mirada las cuestiones de finalidad y de sentido y cabalga sobre sus lomos sin que las circunstancias de la realidad lo moldeen, porque parte de su oficio consiste en sugerir que nuestras manos, las de cada persona, son moldeadoras. El verdadero poeta se adelanta unos pasos, pero no por eso se olvida del agua limpia del manantial que es quien lo empuja para seguir por el cauce de la vida para que la tierra se convierta, de verdad, en el espejo del cielo.