martes, 2 de agosto de 2011

OTOÑO

He recibido un e-mail en el que alguien reflexiona diciendo que ha vivido más años de los que le quedan, que los primeros caramelos de la vida los ha degustado rápidamente, pero que, sabiendo que ya quedan pocos, los va a degustar con pasión, sin perder el tiempo en lo que no es importante, con actitudes humanas ante los demás y el mundo, dándose cuenta de que el otoño de la vida es el florecer de los sentimientos y de la sabiduría, porque hacemos demasiadas cosas sin sentido, nos enfadamos por cuestiones intrascendentes, nos aferramos a logros que no tienen otro objetivo que hacernos notar, y prescindimos de ese camino vivo, en medio de las hojas de la vida, ocultando ese otoño de la vida que desea tocar la luz porque cerca de los límites todo se comprende mejor.
No envidio a las personas jóvenes que consideran su cuerpo inmortal y se lanzan a conquistar un mundo que no necesita de tales hazañas. Porque respirar al lado de otras personas y valorar la amistad es una tarea misteriosa llena de ausencias.
Es doloroso contemplar cómo se van cayendo hojas de nuestro árbol querido: una enfermedad aquí, un disgusto allá, pero es precioso saber desde dónde sopla el viento y hacia dónde va, para que la hoja no se estrelle, sino que se bambolee y se deposite suavemente sobre el suelo, al lado de otras hojas que servirán para abonar los nuevos caminos.