martes, 3 de enero de 2012

EL HILO DEL TIEMPO

El hilo del tiempo no crece con el nuevo año. A veces, se estira, a veces se encoge. Nadie sabe cuándo se va a romper. La historia no es más que una relación de hilos rotos y desdibujados que pertenecen a una madeja original con ciclos de luz y tinieblas que enternecen y aterrorizan, pero también calman, porque la luz, al final, se hace presente ante nuestras pupilas. Parece que nadie puede intervenir en el proceso, pero somos dueños de nuestras vidas, y en la medida en que las queremos hacemos nuevo un presente lleno de promesas, porque la desesperación nos tira de los pantalones para que nos anclemos a la destrucción. Es duro levantar los pies del suelo y andar de nuevo, pero más se endurece el ánimo encorvado, musitando saliva espúrea por los cuatro costados. Crear el hilo del tiempo es otro reto, porque no hay catorce mil millones de años delante ni detrás, sino un suspiro en el interior de cada persona, y eso como una forma de decir lo que no se puede decir. Pero es el nanoprincipio de algo nuevo.